...Fue él quien empezó a ironizar, a sonreír con labios simpáticos y comprensivos, a usar el diminutivo del nombre de su amante, a quedarse sentado en una silla mientras ella se marchaba... No pudo hacerlo ni siquiera esa noche... Sus labios de caramelo seguían resisitiéndose a caer en el olvido, no pudo resistir sus ataques y continuó con sus palabras...