jueves, febrero 05, 2009

Recuerdo esos veranos en el patio de una Casa de Hermandad. Un patio que albergaba las risas, llantos, juegos e ilusiones de familias enteras que se reunían bajo el influjo de una devoción.
En aquellas largas tardes de verano se juntaban las ganas de divertirse, aburrirse e incluso de perder el tiempo. Amigos de la infancia más 'joven', tan joven que casi ni recuerdo sus caras. Pero es normal, ya que por aquél entonces podría tener un par o tres de años. Pero sí que recuerdo el olor de mi abuela cuando por entretener a los más pequeños se reunía con nosotros y con ese olor típico de las mujeres cocineras nos cantaba nanas, y contaba historias reales de las que siempre te acuerdas cuando llegan los malos momentos.

Saboreo su olor los días de lluvia, los que me avisan de que ella llora por mi tristeza...
Por eso, vuelvo a aquellas tardes de verano perdidas en El Rocío, que nunca fueron perdidas sino que perduran en el tiempo, para recordarte que Ella Siempre está ahí.